Y de pronto la música sonó. Esa música que me llevaba a otras ciudades, que me hablaba de otras tierras que me esperan, que nos esperan y no sé muy bien dónde la he escuchado antes. ¿Puedes ayudarme? Me suena a Woody Allen… Comiencen sus apuestas.
jueves, 14 de diciembre de 2006
lunes, 11 de diciembre de 2006
Limpiar, limpiar, limpia sin parar
He pensado que la acción de limpiar en sí misma comporta, dependiendo del contexto, de las circunstancias, un significado muy ligado a la tristeza. Limpiar para olvidar algo, para olvidar a alguien. Tras la muerte de un “ser querido” y, por qué no, “no tan querido”, se presenta la situación de tener que recoger sus pertenencias. ¿Qué hacer con ellas? Por otro lado, la habitación que podía haber seguido ocupando, debe ser despejada y, posteriormente, limpiada a fondo. ¿Y cuando alguien se va de nuestra vida?, así, sin más. Queda un espacio que es necesario volver a retomar, a hacer nuestro. Y eso es un poco lo que me ha pasado a mí.
Limpiar su taza de café; pasar la aspiradora (probablemente se lleve para siempre un pelo púbico, o dos); limpiar el cuarto de baño; los restos de pasta de dientes; tirar la basura, donde todavía quedan sus desperdicios; poner la lavadora con las sábanas que horas antes habíamos ocupado. Qué triste, ¿no? Y cuando ya todo parece estar en su sitio, cuando vuelve a ser “mi” espacio, la sensación de vacío es inmensa. Entonces piensas romper la aspiradora para sacar ese pelo púbico o dejar la taza de café como una reliquia, en la estantería, para toda una eternidad… Y vuelves a resituarte tú misma y dices ¿pero qué estoy haciendo?, y te quedas quieta y sonríes porque te acuerdas de que la funda de la almohada sigue con su olor, que no la has lavado, y te agarras a ella, te hundes en ella. La tranquilidad vuelve y es aquí donde viene el final feliz, un bonito recuerdo: viéndole tomar café, viendo como el croissant se deshacía entre sus manos y caían trocitos al suelo (entonces me miraba y sonreía), viéndole en el cuarto de baño, viéndole tirar unos papeles a la basura (ese movimiento de mano), viéndole dormir, viéndole mirarme…
Limpiar su taza de café; pasar la aspiradora (probablemente se lleve para siempre un pelo púbico, o dos); limpiar el cuarto de baño; los restos de pasta de dientes; tirar la basura, donde todavía quedan sus desperdicios; poner la lavadora con las sábanas que horas antes habíamos ocupado. Qué triste, ¿no? Y cuando ya todo parece estar en su sitio, cuando vuelve a ser “mi” espacio, la sensación de vacío es inmensa. Entonces piensas romper la aspiradora para sacar ese pelo púbico o dejar la taza de café como una reliquia, en la estantería, para toda una eternidad… Y vuelves a resituarte tú misma y dices ¿pero qué estoy haciendo?, y te quedas quieta y sonríes porque te acuerdas de que la funda de la almohada sigue con su olor, que no la has lavado, y te agarras a ella, te hundes en ella. La tranquilidad vuelve y es aquí donde viene el final feliz, un bonito recuerdo: viéndole tomar café, viendo como el croissant se deshacía entre sus manos y caían trocitos al suelo (entonces me miraba y sonreía), viéndole en el cuarto de baño, viéndole tirar unos papeles a la basura (ese movimiento de mano), viéndole dormir, viéndole mirarme…
domingo, 10 de diciembre de 2006
El principio del principio
El principio del principio de una historia. El principio que nos lleva a otro principio. El principio en cuanto a origen. El principio en cuanto a idea. Lo mires por donde lo mires, el principio del principio. Buena Senda.
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